La gran batalla ideológica entre las dos corrientes económicas más importantes del siglo XX, giraba fundamentalmente sobre la idea de si las economías crecen cuando se produce una acumulación (cuantitativa) o una mejora (cualitativa) del stock de capital en manos del empresario o capitalista (oferta) o si el crecimiento real se produce cuando aumentan los ingresos de la mayoría población y por lo tanto aumenta su consumo (demanda). Aunque puede parecer una reducción a priori muy burda, nos sirve perfectamente para lo que hoy pretendemos mostrar.
Una vez establecida esta idea quiero plantear la siguiente cuestión. Bajo el contexto de esta crisis, ¿cuáles son las economías que mejor se han comportado en la tormenta?, ¿las que funcionan bajo el paradigma del liberalismo extremo?, es decir libertad absoluta de movimientos de capitales, políticas monetarias restrictivas, contención del gasto público y políticas pro-oferta, ¿o las que trabajan en un contexto de intervencionismo estatal y regulación?, regulación sobre los capitales, políticas crediticias intervencionistas, medidas de estimulo para la demanda, y aumento de las inversiones públicas. Pues a la vista de los resultados, y teniendo en cuenta que en el primer grupo podemos incluir a los gobiernos europeos, y en el segundo grupo a países como Brasil, México, China o Corea del Sur, y quizás en menor medida a EE.UU., parece que no tenemos muchas dudas en concluir que en esta crisis les va bastante mejor a los segundos que a los primeros.
Quizás la siguiente pregunta sería, pero realmente son tan diferentes las políticas económicas de la Unión Europea, respecto de las actuaciones de China o Brasil. ¿No nos habían vendido la idea de que estos países se desarrollaban gracias a la imitación de nuestro modelo? Pues en parte es verdad, pero en parte también es mentira. Es cierto, que países como China, Brasil o Corea, están llevando a cabo muchas reformas para acercar sus modelos económicos al nuestro, pero se están cuidando bastante de no copiar aquellas medidas que no nos funcionan tan bien.
Por ejemplo, países como Brasil o México, han implantado programas de ayuda a los más débiles durante los años de bonanza, en concreto el programa Bolsa de Familia en Brasil y Oportunidades en México, que se han mantenido durante la crisis, que a parte de reducir la desigualdad, han contribuido a mantener la demanda, en un momento en el que en los países europeos, los recortes en el gasto público han deprimido aun más una demanda ya de por si muy débil por la crisis financiera.
Pero los países en desarrollo no sólo han llevado a cabo programas dirigidos a estimular la demanda. También han llevada a cabo fuertes políticas de oferta. Por ejemplo en los últimos 40 años, Corea del Sur ha hecho un esfuerzo importante en mejorar la oferta de capital humano, invirtiendo mucho dinero en educación o en sanidad, lo cual a su vez ha permitido reducir la tasa de natalidad o mejorar la esperanza de vida. Por otro lado, el gigante chino ha establecido unas políticas de estimulo a la inversión real a través de su sistema de financiación pública, que hacen palidecer a nuestro supuesto y eficiente sistema bancario, centrado fundamentalmente en financiar aspectos meramente especulativos, como la burbuja inmobiliaria o la inversión en el mercado de materias primas.
Por tanto, y concluyendo. Frente a lo que suele defender la sabiduría convencional, lo que diferencia en estos momentos a las economías que prosperan frente a las que no terminan de salir adelante, no es el tradicional debate de oferta versus demanda, si no el de liberalismo económico frente a la regulación y al intervencionismo económico. El primer modelo, básicamente lo que prima es la idea de que nadie debe interferir en las decisiones de los sujetos, y que los actores escogiendo las mejores opciones para si mismos toman la decisión económica optima para la sociedad, lo que a la postre implica la ley del más fuerte. El segundo lo que defiende es la idea de que para lograr las decisiones económicas optimas para la sociedad, hay que establecer una serie de reglas y límites, para lograr que los beneficios y los costes se repartan entre todos, y no sólo entre los que más suerte tienen, que básicamente es y ha sido el postulado tradicional de los socialdemócratas. Una vez más nos encontramos frente a un dilema que trasciende lo económico y nos lleva a la filosofía política:
¿Liberalismo o Socialdemocracia?
Jorge Alonso
Secretario de Economía, Bienestar y Sostenibilidad.
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