Una de las cosas que seguro que no pasara desapercibida en el futuro, cuando los historiadores estudien la evolución de las ideologías desde la década de los 80 hasta nuestros días, es la extraordinaria influencia que tuvo para los partidos de la izquierda socialdemócrata, una idea que paradójicamente había sido expuesta por la derecha más conservadora.
Fue Margaret Thacther la que hace ya casi 30 años convirtió un eslogan, There Is Not Alternative, su famoso TINA, y cuya traducción directa sería: no hay alternativa, en el leit motiv de un movimiento político que ha logrado imponer a día de hoy un modelo de pensamiento político y económico hegemónico. Frente a este tsunami neoconservador, la socialdemocracia no ha sabido dar una respuesta ideológica coherente, unas veces por miedo a los cambios tan vertiginosos que produce la revolución tecnológica global, y otras porque parece sentirse aun desubicada tras la desaparición del socialismo real.
Amordazada por la hegemonía ultraconservadora de los medios de comunicación y asediada por unos especuladores financieros obsesionados con rentabilizar al máximo sus inversiones aun a costa del bienestar global, la socialdemocracia no ha sido capaz de defender sus logros y de argumentar que en realidad la principal amenaza para la sostenibilidad del bienestar en Europa radica en el éxito del propio estado de bienestar. ¡Señores gracias a la Seguridad Social, el mayor logro del socialismo democrático europeo, hemos doblado la esperanza de vida en apenas 100 años! Estamos tan invadidos por la idea de que no hay alternativa que parece que la izquierda tuviera que pedir perdón por haber mejorado las condiciones de vida de la gente.
Sin embargo, y frente al mensaje pesimista y determinista neoconservador, la izquierda europea aun tiene mucho que decir. Si hiciéramos un poco de memoria, nos daríamos cuenta de que la Europa social y democrática se ha construido siempre por la vía del progreso frente al inmovilismo conservador, que nos pretendía hacer creer que nunca hubo alternativas. Primero dijeron que no había alternativa al sufragio censitario, que la democracia universal significaría el fin del estado de derecho, después dijeron que no había alternativa al trabajo inhumano, la jornada de 40 horas semanales conllevaría la ruina económica, y luego tampoco creían que fuera posible un estado que garantizara el acceso universal de los derechos más básicos a todos los ciudadanos.
Hoy, al igual que ayer, la sociedad europea se enfrenta a nuevos desafíos que hace apenas 50 años ni siquiera podía imaginar. La globalización, el deterioro medioambiental o el envejecimiento de la población europea son cuestiones que tenemos que resolver entre todos, pero que tienen en la respuesta socialdemócrata, la solución más justa y equitativa. Volvamos a hacer memoria, cuando se establecieron los objetivos de la agenda de Lisboa de producción de energía renovable en un 20% para 2020, los conservadores decían que era imposible. En 2010, tan solo la energía eólica cubrió un 16% de la demanda de electricidad en España ¡9 años antes del objetivo de Lisboa!
Es hora de abandonar nuestro pesimismo justificador y tomar iniciativas para fortalecer y mejorar nuestro sistema de bienestar, como está haciendo el gobierno socialista en España, pero haciéndolo sin complejos. Debemos ser capaces de aportar una solución genuinamente socialdemócrata, no necesitamos terceras vías. Somos capaces de arreglar los problemas y de enfrentarnos a la globalización y a sus retos. Tenemos el ejemplo del modelo de flexiseguridad sueco, el país socialdemócrata por excelencia; una economía flexible y competitiva (ver ranking de competitividad mundial aquí) con un elevado sistema de protección que garantiza que no sean los más débiles los que paguen los platos rotos de la globalización.
Hay que perder el miedo a ofrecer propuestas. Llevamos 30 años de desastres económicos provocados por la ideología ultraliberal, y sin embargo los neoconservadores siguen revindicando su derecho a seguir equivocándose en exclusividad. Tenemos el derecho y el deber de proponer alternativas, de equivocarnos, de aprender de nuestros errores y de seguir trabajando por un futuro más justo donde los que más tienen no impongan su voluntad a los que menos tienen, que es y será siempre el postulado más original y genuino de la socialdemocracia. Es por ello que debemos deshacernos de nuestro pesimismo y celebrar un réquiem por TINA y decir que frente a no hay alternativa, ¡nosotros podemos!
Jorge Alonso Rodríguez es Secretario de Economía, Bienestar y Sostenibilidad de JSCh
Documentación adicional