Nos ha dejado Jorge Semprún, y con él hemos perdido la memoria más trágica y a su vez lucida del Siglo XX. Como era de esperar no han tardado en aparecer palabras en agradecimiento y recuerdo de tan genial protagonista de la historia, así que no voy a tratar de hacer desde aquí lo que otros van hacer mucho mejor que yo.
Sin embargo, si que me gustaría recordar hoy una frase suya que apareció en una entrevista que leí hace varios años y que nunca hasta ahora había llegado a comprender del todo. Hablando sobre su internamiento en el campo de concentración de Buchenwald, confesaba al periodista que lo que más le entristecía era que cuando el muriera, desparecería de la memoria colectiva el olor a carne quemada que él jamás había podido sacar de su cabeza. Y es ahora cuando me doy cuenta de que decía una gran verdad, Europa ya no recuerda el olor a carne quemada de Buchenwald, Mauthausen o Auschwitz.
Decía otro gran pensador que también nos ha dejado recientemente (Tony Judt y su libro Posguerra), que el modelo de sociedad europea, la Europa de las libertades y bienestar tal y como la conocemos hoy en día, nació de las ruinas Auschwitz. Fue la voluntad de lograr que nunca más pasará algo como lo que ocurrió en el continente durante la Segunda Guerra Mundial, la que llevo a que un grupo de países, que llevaban más de cinco siglos guerreando entre ellos, comenzaran a dar los pasos, aunque de manera tímida y dubitativa, en dirección a un proyecto político único en la historia. Este proyecto, la Unión Europea, debía lograr que casi 500 millones de habitantes compartieran un espacio de paz, libertad y bienestar. Aunque el proyecto desde sus inicios fue muy difícil, y existieron muchos momentos de tensión, los europeos de entonces aun recordaban demasiado bien el olor a carne quemada para entender que cualquier sacrificio merecía la pena si se comparaba con la experiencia y el horror de la guerra.
Hoy sin embargo los europeos, que en su mayoría no vivimos aquel horror, estamos olvidando las lecciones aprendidas y dando pequeños pasos hacia todo aquello que deberíamos evitar. Cuando un líder actual usa la inmigración como arma electoral para ganar unas elecciones, cuando un ministro cuestiona la seguridad de los productos agrícolas de un estado miembro agitando los prejuicios contra los países del sur de Europa, o cuando se pretende culpar a los griegos de una crisis que hemos creado entre todos los países europeos, incluidos los más prósperos, estamos deslizándonos suave pero inexorablemente hacia una pendiente que nos lleva hacia lo peor de nosotros mismos. Y no deberíamos olvidar que los europeos a la hora de dar lo peor lo hacemos muy bien. Muestra de ello fue la Segunda Guerra Mundial.
Tampoco hacemos un favor a la memoria colectiva de Europa cuando decimos que la democracia que disfrutamos no es real. Así como en Europa olvidaremos “el olor de la carne quemada” en España tampoco se recuerda el frío en los campos de refugiados de la Guerra Civil en las playas francesas de Saint Cyprien y Argelès ahora que se habla de la falta de democracia. Es verdad que ésta tiene muchos defectos, no es menos cierto que los partidos tienen muchos fallos que deben mejorar, pero lo que es seguro es que cuestionar la democracia representativa es retroceder 80 años atrás, cuando en Europa aparecieron una serie de personajes y partidos que decían que la democracia representativa y de partidos era una falacia, y que ellos guiarían al pueblo hacia la Democracia Real. Al final al único sitio que nos llevaron fue a aquí.
Holocausto nazi y Campos de concentración
Es una desgracia que ahora cuando más necesitamos no olvidar el olor a carne quemada ya no tengamos a Jorge Semprún para que nos lo recuerde. Ahora tendremos que hacerlo por nosotros mismos.
Y este es un fragmento impresionante de la entrevista que menciono.
Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo… ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros.
Lecturas complementarias sobre el Holocausto, el Nazismo y la Segunda Guerra Mundial:
SEMPRÚN, Jorge. “Autobiografía de Federico Sanchez”
FRANKL, Viktor. “El Hombre en Busca de Sentido” (ver libro aquí)
KEMPELER, Victor. “La lengua del Tercer Reich, apuntes de un filósofo” (sinopsis)
ARENDT, Hannan “Los Orígenes del Totalitarismo”
WEISS, Peter. “La Estética de la Resistencia”
Bonus:
Levy, Primo. “Si esto es un hombre (Se questo è un uomo)”
Artículo escrito por Jorge Alonso y documentado por Ángel Martínez, militantes de JSCh.
Con Semprún se ha perdido un intelectual, una persona comprometida con la sociedad y con su tiempo.
Entiendo que la frase “olor a carne quemada”, le diera para varios libros, no solo por la descripción del olor sino por el hecho en sí, de que la carne quemada podía ser la propia.
Un signo más de hasta donde es capaz de llegar la brutalidad derivada de los extremismos.
Además que sólo nos podemos guiar por la voz de los supervivientes, porque los testimonios de tantas víctimas del horror, dañarían terriblemente nuestra necesidad de seguir adelante como sociedad. Eso sí, hay que tener en cuenta el orden de magnitud de la masacre y no olvidar para que no pase más.
Me ha encantado… hay tantas cosas que no deberíamos olvidar, y que nos cuestionamos y criticamos con tan poco conocimiento.
Supongo que es fácil gritar contra una democracia por la que no has luchado y contra una Unión Europea por la que no has trabajado cada día.
Este texto me recuerda un poco a la canción de Ismael que hoy podríamos decir que habla de nuestro querido Semprún “Se van llevando la memoria, queda en la historia una mancha, un borrón. Mientras el resto sufre amnesia, un viejo recuerda una canción…”
Gracias por ayudarnos a recordar.
Yo añadiría a la biblioteca propuesta “Si esto es un hombre (Se questo è un uomo)” de Primo Levy.
Siempre me ha resultado fascinante el término de “La pendiente deslizante” y creo que es un término penal con el que debemos contar también para hacer referencia a otras situaciones, sobre todo de carácter ideológico.
Quizás esas sean las más resbaladizas.
Enhorabuena por la prosa del artículo y por su contenido, por supuesto.
Comparto plenamente el artículo, tema por cierto, el del olvido, que sería bueno tratarlo más.
Sobre las críticas a la democrácia que se hacen estos días, y supongo que a ello os referís, no interpreto que se estén quejando demagógicamente del sistema, al revés que pretenden darle un impulso a algo que se percibe como estancado: la vida política.
Aun así, desde luego Europa está inexorablemente volviendo a esquemas temibles, de rigidez, tecnocratismo, y el ejemplo de estos días de Alemania y la demagógia interna en la U.E. es temible. De nuevo el fín justifica los medios, de nuevo valores intangibles como la solidaridad, la confianza, la garantía de una preferencia de calidad de vida, se menosprecian y se devaluan en objetivos tan poco claros como turbios.
En definitiva, lo que pasó fue de tal envergadura, que ya se ve que trasmitir plenamente, de punta a punta, en toda su extensión, lo que pasó será una tarea imposible, más aún cuando hay impresentables que aprovechan la incredulidad que se genera ante la negación de semejante panorama de terror, para decir que no fue para tanto o directamente que no fue verdad.
Enhorabuena!
Bravo por la elección del libro, imprescindible para entender y profundizar en el conocimiento de la condición humana, extremecedor.