Nunca pasa nada hasta que pasa. El atentado en Oslo y la masacre en Utoya, independientemente de que haya sido una persona o varias, que está por ver, es una muestra cruel y palpable que algo está pasando en Europa.
Es cierto que la actuación de un fanático, que no deja de serlo por mucho que intente justificar su ignominiosa acción con ciertos ideales, no puede ser muestra absoluta del estado político y social de todo un continente. Ahora bien, las 93 víctimas son ya demasiadas para obviarlas y no darse cuenta de un hecho que ya es una realidad, aunque no se quiera hablar de ello, el resurgimiento de la extrema derecha.
Sólo hay que echar un vistazo a los países del norte de Europa para darnos cuenta de los múltiples partidos con un ideario basado en la intolerancia, y lo peor aún en el cuestionamiento de la democracia, como el partido en el que militaba el asesino noruego, el Partido del Progreso, el segundo con más fuerza en ese país. De igual forma que en Italia la Liga del Norte, en coalición con el gobierno. Son ejemplos bien visibles de que no hablamos de grupúsculos pequeños o aislados, sino de formaciones que marchan al alza, con muchos seguidores y con posibilidades reales de formar gobierno o estar en ellos. El Tea Party en Estados Unidos podría ser muy bien otro ejemplo de por donde están yendo las cosas.
En un momento en donde la crisis económica se suma a la ineficacia de la Unión Europea, se produce un escenario inmejorable para aquellos que pretenden beneficiarse sacando partido del escepticismo que existe en la sociedad respecto a la política, tildada de inoperante, así como de los más bajos instintos pasionales que en un número nada despreciable de personas están aflorando por una situación difícil de desempleo, entre otras. Y la primera conclusión que se puede extraer es que nada se puede esperar, excepto males mayores, de formaciones y personas cuyo medio óptimo es tan mezquino y turbio. Realmente preocupante aquel que hace de la desgracia y fracaso del resto, su éxito personal.
Pero lo más inquietante es que estos planteamientos, que tan aciagos resultados han dado siempre, y en especial en Europa donde brutalmente se han mostrado, se esconden entre la apariencia de diversidad de opiniones en un plano democrático, y cuyos argumentos suelen carecer de ninguna profundidad ideológica, pero sí basados en el recurrente “sentido común” o en las “verdades inexorables”, que tan cuestionables son siempre. Además se completa todo ello con la existencia de contradicciones e incoherencias insalvables, que lejos de evidenciar la poca reflexión política, es la llave que permite llegar a todo el mundo. Por ello estos partidos no se definen nunca de forma clara en ninguna cuestión, inclusive la tendencia política a la que pertenecen, que como muestra la frase de Jean-Marie Le Pen se definía: “socialmente a la izquierda, económicamente a la derecha y, siempre, con Francia en el centro de sus pensamientos”.
La utilización de símbolos, lemas, escudos y colores de forma constante para alegar que son más patrióticos que otros, o encubrir su falta de propuestas es otra muestra más. Pero la más llamativa es el recurso a personajes históricos que por inexactitudes y principalmente por una supina ignorancia se convierten en Padres de la Patria, y son utilizados como ejemplo de cómo hay que actuar. Pensando mínimamente, y dejando la pasión erudita que ciertas personas puedan sentir por algún personaje histórico, pensar que en la actualidad se puede actuar como el Cid Campeador, que cómo modelo de política a seguir sea la de los Reyes Católicos, o que los valores de Carlomagno se tienen que recuperar literalmente, evidencia para cualquiera con dos dedos de frente la falta de solidez de la propia ideología. Y el distanciamiento con la realidad también.
Partidos que se sitúan oficialmente al mismo nivel que muchos otros partidos, y donde se supone que defienden el modelo político en el que están inmersos, y que sin embargo cuestionan todas sus instituciones y organismos con falacias (policía, justicia, derechos individuales, bienestar social…) y aprovechan la desafección política del ciudadano con un populismo demagogo, en vez de intentar dotar de mayor calidad política al país. Convertir unas elecciones en una monotonía tediosa, incentivar la desmotivación ciudadana en la clase política, acusar de derrochadores y engreídos a los mismos, señalar el pacto o el acuerdo como definición misma de debilidad, cuando es parte fundamental de la democracia, y mirar a la tolerancia e igualdad como símbolo de libertinaje sin control, son otras de las herramientas que utilizan con habilidad.
¿El problema? Por lo visto la falta de contundencia para pararlo, alegando que no es para tanto. Hasta que lo es.
Pedro Reig Ruiz
Bravo Peter. Clap, clap, clap.
Yo añado tres reflexiones al hilo de todo lo ocurrido:
1. Hay una cierta unanimidad a la hora de concluir que, si estas ideologías triunfan, lo hacen gracias a una sociedad civil aletargada, cuasi-ignorante; que es fácil de engañar al haber perdido la curiosidad y el afán de conocimiento. Pero, ¿cuánto de ‘colaborador necesario’ tiene el actual sistema político a la hora de permitir que los demagogos campen a sus anchas? El propio lenguaje político se ha tecnocratizado; cuando, no hace tanto, éramos capaces de analizar y desarmar la más compleja teoría marxista y presentarla cual puré a masas que (entonces sí) eran analfabetas. No deja de parecerme una contradicción que el establishment señale con el dedo acusador al populismo cuando ha sido su responsabilidad la perpetuación de plutocracias de corte elitista (cualquiera con aspiración de ocupar puestos de mando debería de aplicarse también la crítica).
2. El sistema político de la UE, en particular, que como bien señalas está permitiendo con su pasividad la proliferación de ideologías demoníacas. Pero seguimos alabando a ese sistema tecnocrático, con déficit constitucional: ¿Quién elige al presidente del Consejo Europeo? ¿Quién eligió a Lady Ashton? ¿Dónde está la participación ciudadana en la configuración del entramado institucional europeo? Habrá que replantearse, de nuevo, cuánta responsabilidad tenemos al haber permitido tales déficits (que en mi opinión, allanan el terreno para dichas expresiones y para el desapego político).
3. Por último, los medios de comunicación y los poderes políticos que los manejan, y el tratamiento de las noticias. Qué profundo asco, sinceramente. Si en vez de rubio hubiera tenido barba rala y chilaba, ya habíamos invadido otro país.
P.D. Espectacular El Roto. Again.
El populismo de extrema derecha está llenando los huecos que el comunismo llenaba, y que la socialdemocracia, debido a su poca unión en europa, a que no se ha definido fuerte frente a la derecha, o simplemente por falta de rigor político, esos huecos que no ha conseguido llenar. Hace falta que la ciudadanía se implique más, aunque la abstención masiva en las elecciones europeas no parece que vaya a cambiar cuando elija un representante de manera más directa, hasta que no se cumplan varios requisitos.
1. Pedagogía europeista en positivo, que dé a conocer cómo influye la UE en la vida común y ante riesgos que por individual los países no puede afrontar. Tiene mucho que ver la influencia mediatica en cierto desprestigio y tópicos que se han instalado en la sociedad.
2. Unión sólida y redefinición de la socialdemocracia. Esto parece que tras la crisis será así, con un buen trabajo del grupo S§D en el parlamento europeo, votando siempre como grupo o presentándose con un candidato común a