LA ESCUELA QUE LA IZQUIERDA SOCIEDAD QUIERE NECESITA.
Estos últimos meses se ha abierto un gran debate en todos los medios sobre las medidas que se están llevando a cabo en nuestra Comunidad con respecto a las instrucciones de comienzo de curso 2011 /2012 en los Centros educativos públicos de Madrid.
De esta exaltación han surgido opiniones de lo más variopintas (muchas sin ningún criterio y expresadas por aquellas personas a mí me gusta denominar “todólogos”) en relación a cómo debería ser la educación en nuestro país, cuántas horas deben impartir los docentes, qué periodo de vacaciones es el necesario para el alumnado, cuál es la ratio indicada para que un profesor pueda atender a éste, etc.
Muchas de estas opiniones han sido elevadas a verdades absolutas protegidas bajo las banderas de la verdadera izquierda o del mercado, y defendidas con uñas y dientes simplemente por “parecer que pertenecen” a una u otra corriente ideológica.
Con este artículo no pretendo que mi reflexión se convierta en un dogma por pertenecer a una persona con creencia de izquierdas del PSOE (aunque muchos puedan discrepar de este paralelismo) sino que ofrezca una mirada realista sobre qué está exigiendo nuestra sociedad a la escuela actual, y sobre los principios socialistas que promulga nuestra LOE: igualdad, solidaridad y libertad que se analice cuál es el camino que tenemos que comenzar a andar si no queremos que “la escuela que queremos” se quede atrás.
En la actualidad nos encontramos en una sociedad heterogénea, con numerosos particularismos familiares: familias monoparentales, divorciadas o simplemente separadas por muchos kilómetros de distancia, homoparentales, núcleos familiares cada vez más reducidos, etc.; todas estas características y las necesidades que surgen de ellas son imposibles de obviar si pretendemos crear una nueva escuela para todos.
Pero no sólo las familias han cambiado, el entorno que las rodea también lo ha hecho: el aumento de la población en las ciudades, la desaparición casi total del concepto de comunidad que ha fomentado el fenómeno del individualismo y con él, del aislamiento; fenómenos donde nuestros alumnos se ven inmersos. Casi de forma paralela a estos hechos ha aparecido la sociedad del conocimiento, donde han surgido nuevos modelos del ser, del conocer y del relacionarse; modelos a los que la escuela todavía no se ha adaptado.
Y observando todos estos cambios, ¿cuál es el papel de la escuela en la actualidad? ¿qué debe cambiar ésta si no quiere perder su predominio social? ¿qué papel tienen los maestros y profesores en este proceso?.
En primer lugar, la escuela debe cambiar su papel de instructora y asumir su realidad educadora, esto implica que tanto los maestros como los profesores de secundaria deben ir modificando su idea de impartir conocimientos para asumir nuevos roles en la enseñanza donde prime la afectividad, el fomento de las relaciones sociales con y entre sus alumnos y la apertura de la realidad cultural y tecnológica a los mismos (la competencia de aprender a aprender). Para ello necesitamos de personal formado en estos conceptos (aspecto que les toca asumir en primer lugar a las Facultades de Formación del profesorado y a las Organizaciones que se ocupan de la formación permanente de éste y poco a poco a todos y cada unos de los miembros que participan en la escuela)
En segundo lugar, la escuela debe dejar de mostrarse como un lugar cerrado con un horario concreto, y convertirse en un espacio abierto donde el alumno pueda ver cubiertas sus necesidades básicas (de alimentación, higiene, e incluso en algunos casos sueño). Esto no sólo implica que el profesorado deba incrementar sus horas de permanencia en el Centro escolar (eliminando la idea de que el profesorado únicamente se encuentra para impartir sus asignaturas, sino que debe contar con un horario añadido flexible que le permita estar presente para intervenir directamente en la dinámica del Centro) sino que además la escuela debe acoger a otros profesionales en su seno: educadores y trabajadores sociales, integradores socioculturales, etc. deben participar directamente con los docentes para alcanzar este objetivo.
En tercer lugar, la escuela debe convertirse en un espacio que genere comunidad y socialización, que facilite el aprendizaje de nuevos conceptos no directamente relacionados con el currículo y que acoja a población diversa con inquietudes comunes. Bajo esta idea los Centros educativos deben participar de actividades de ocio o formación que suplan aquellos conocimientos, espacios y tiempos de los que muchas familias no pueden hacerse cargo.
La sociedad ha cambiado y la reflexión actual no debe basarse en que las ideas de izquierda se conviertan en un ataque constante a las de las derecha sin aportar nada nuevo que “solucione” la situación; sino que la izquierda debe reaccionar y reflexionar sobre la búsqueda de mejor atención y condiciones para todo el alumnado, haciendo especial hincapié en aquel que cuenta con una situación de desventaja.
Es por ello que, si para lograrlo, debemos asumir que el profesorado tiene que trabajar más horas o más días, que es necesaria una mayor coordinación y cooperación entre éste y debe facilitarse, que las familias requieren de una atención especializada desde la escuelas y los horarios de atención deben ampliarse no sólo en tiempo sino en calidad de los contenidos, que los colegios e institutos deben ofrecer servicios de desayuno y comedor o las actividades de ocio o estudio por la tardes, es debe de la izquierda asumirlo y desarrollarlo y es deber de cada uno de los profesores que participan en nuestra “escuela pública” llevarlo a cabo.