Es sólo un ejemplo. La entrevista de Aznar ha producido una riada de valoraciones y análisis, siendo comentada hasta la saciedad, que responde, bajo mi punto de vista, a un fenómeno que se viene dando desde hace un tiempo, la reaparición de antiguos líderes políticos en el escenario actual.
No hay día que algún medio de comunicación, por televisión, periódico, revista, radio, internet, tierra, mar o aire, así como periodistas o comentaristas políticos en tertulias o artículos, nos citen en algún momento a alguno de estos líderes, sus políticas o alguna época pasada, rememorando una especie de “tiempos dorados” donde al parecer no había problemas y España funcionaba correctamente gracias a esos prohombres o sus acciones. Quizás el ejemplo paradigmático que se recuerda constantemente y que se incita a que se repita son los famosos Pactos de la Moncloa (dando por hecho que los pactos, así en abstracto, son buenos, cosa que es bastante discutible si no se sabe en qué consiste susodicho pacto).
Quizás forma parte de una prolongación de la mitificación de aquél periodo reciente de nuestra Historia como fue la Transición, o del desnorte lógico de un país que no ha vivido una circunstancia como la de tener ex presidentes, y necesita definir su papel, como definidos están en otro países con una democracia más longeva. En cualquier caso no deja de ser sorprendente como se han situado rápidamente al mismo nivel mediático y con más fervor que los políticos actuales.
La vuelta del pasado se da, pienso, por dos razones. La primera de ella es utilizar la bien sabida propiedad que otorga el tiempo a la memoria, deformando el pasado, descontextualizando al individuo y sus acciones, e idealizándolo, lo que puede ser utilizado provechosamente para redefinir los recuerdos de sus acciones o mandatos. Dicho de otro modo, una carga propagandística con el objeto de que se instale en la memoria colectiva una idea o valoración positiva (y a ser posible elogiosa) de su labor de gobierno, mostrándolo tal y como ellos mismos quieren que se recuerden.
Pero por otro lado, esta rapidez en la recolocación del pasado se ha dado porque el contexto actual es idóneo para ello. Que el recuerdo impere con más pasión que nunca no deja de ser sintomático del vacío político actual y de la baja estima de la ciudadanía hacia presente político. No sería necesario mirar atrás con nostalgia si hubiese un presente vivo que nos colocase mirando de frente a un esperanzador futuro. Pero no es así. El hartazgo, el distanciamiento con los políticos, la falta de ideas, y sobre todo los constantes insultos que recibimos los ciudadanos con mensajes banales, cuando no despectivos, ha hecho que los recuerdos se tornen deseos, y puesto que no hay un proyecto político a nivel global que genere suficientes expectativas, el presente se ha quedado huérfano y lo ha ocupado el pasado.
No deja de ser cierto que la degradación al que ha llegado el nivel político hace que en comparación, los discursos y el carisma de antiguos líderes gane a la actualidad de forma arrolladora, lo que no deja de ser un signo de inteligencia ciudadana el que se esté exigiendo (indirectamente) un nivel mayor y un tratamiento más respetuoso sobre la capacidad de entendimiento que tiene la sociedad española. Es una situación cómoda para los ex de nuestro país, pues opinan y recomiendan qué y cómo se deben hacer las cosas, apelando a su experiencia, pero con el privilegio de hablar de aquello de lo que quieren y de no tener responsabilidades. Está claro que están utilizando a su favor la crisis política e institucional que vivimos, bajo el motor del ego nada oculto, del yo fui, yo hice y yo advertí, pero sin responsabilidades, y sobre todo arrinconando sus errores pasados en una nebulosa colectiva, sustituyéndose únicamente por sus logros.
Pero vuelvo a insistir, la nostalgia de los “tiempos dorados” es sintomático del vacío actual, en una especie de resorte de seguridad que hace que miremos atrás donde nos sentimos más seguros, eludiendo contemplar el presente por duro que sea y definir por fin un proyecto político esperanzador. La vuelta del pasado no es altruista, es un retorno que viene bajo un discurso paternalista que a día de hoy nos anestesia para avanzar y continuar.
Pedro Reig
Publicado originalmente en www.diarioprogresista.es
Ilustración: Fernando Vicente.