Si las elecciones municipales de 2011 auguraban tiempos difíciles para el PSOE, todo se confirmó en las generales de noviembre, donde el partido perdió un gran apoyo en las urnas y empezaba una auténtica travesía por el desierto. Punto de inflexión que supusieron ataques permanentes al PSOE aún estando en la oposición, y la multiplicación de partidos con el objetivo de encauzar el descontento generalizado.
No pretendo en este artículo analizar aquellas consecuencias (que son amplias), sino hacer una cierta reflexión sobre un punto que todos los grupos políticos de forma oficial han incorporado a su discurso, considerando que por su simpleza cala en la sociedad y les viene bien electoralmente: PP y PSOE son lo mismo. Y cuando digo todos los grupos incluyo al PP, ya que sabe perfectamente que este lema hace que las expectativas de recuperar votos para PSOE se reduzcan, se divida el voto en infinitesimales partidos sin grandes diferencias ideológicas y se les garantice en el poder de forma indefinida.
Creo que es obligatorio hacer memoria, pero no seleccionando el año que más interesa electoralmente, ni en aquellas circunstancias que nos marquen algunos, sino todo el periodo de un presidente que por estas fechas hace una década que llegaba al poder.
Y es que parece ser que para algunos diez años han sido siglos, y no nos acordamos del momento en el que Zapatero ganó sus primeras elecciones. La arrogancia y el autoritarismo fueron las maneras con las que gobernaba Aznar, con una mayoría absoluta que permitieron hacer de esa última legislatura (no hace falta referirse a la primera) algo insufrible para la sociedad española y bochorno a nivel internacional.
El prestige, la guerra de Irak, la foto de las Azores, el desprecio a Francia y Alemania (entonces firmes en su posicionamiento en contra de la agresiva política exterior de EE.UU.), sus amigos Blair y Berlusconi, la gran boda en El Escorial, el espectáculo de Ana Palacios, el conflicto con Perejil, su ministra de Sanidad, Villalobos, y su gran gestión en el caso de las “vacas locas”, su alianza con el ala más intolerante de la Iglesia española (Rouco), esa ascensión de personas tan fiables como Aguirre, Cascos, Zaplana, Fabra, Barberá, etc., y como se está sabiendo actualmente una presunta trama de financiación ilegal del partido en todo un engranaje de corrupción, y de despedida, en mitad del peor atentado en la Historia de España, una coordinación gubernamental, implicando a las embajadas, para difundir y hacer creer una infame mentira sobre la autoría de los atentados del 11M por miedo a perder el poder. Ahí es nada.
En ese contexto de soberbia, desprecio e indignidad llegó Zapatero. Ahora que Aznar presenta sus panfletos en forma de libros, presentándose a sí mismo como un gran pensador y estratega geopolítico de primer orden, es también bueno recordarlo.
Pues bien, llegó la época de Zapatero, y nada más empezar tuvo que enfrentarse con ataques indiscriminados y de una agresividad sin precedentes de todo un sector ultra (partido, organizaciones, medios de comunicación, Conferencia Episcopal…), frustrados con los resultados y dispuestos a emprender una autentica cruzada obsesiva a pesar de las urnas, que es lo mismo que ocurre cuando un cacique de turno se opone a la realidad en cualquier república bananera.
Empeñados en hacerle caer como fuera y desacreditarle permanentemente, sólo hace falta recordar la AVT de Alcaraz (ese individuo), y aquello que se repetía donde el PSOE y Zapatero eran pro-terroristas, ni más ni menos. Ese ambiente tenso lo fomentaron durante todos sus años, inclusive la negación a cualquier tipo de acuerdo por vital que fuese.
Sin embargo, Zapatero se refirió a aquello de gobernar con talante, y de forma estoica lo cumplió desde un principio y lo mantuvo. Gobernó desde una serenidad y sinceridad sin precedentes en un presidente del gobierno, y cuya sensibilidad hacia ciertos aspectos se vieron desde el minuto uno: el primer gobierno paritario de la Historia. La coherencia en la oposición al no levantarse ante la bandera estadounidense siguió con su primera orden como presidente, la retirada de las tropas de la guerra de Irak, y consiguientemente salir de esa ignominiosa alianza con Bush. Guerra, por cierto, criticada por una inmensísima parte de la sociedad española que se vio reflejada en esa decisión, frente al desprecio patente del anterior presidente a la opinión pública española.
El intento de resolver las cuestiones internacionales mediante la vía del consenso y acuerdos, más que por la fuerza, se plasmó en la Alianza de Civilizaciones, se retomaron los posicionamientos pro-europeos y consiguió que España por primera vez tuviese un asiento en el G20. Aunque nadie se acuerde de esta decisión, hoy España es de los pocos países en la UE coherente con su posicionamiento respecto al referéndum de Crimea al negar otro hecho en Kosovo.
Su voluntad política en convertir a este país en un referente en derechos y libertades hizo que esa primera legislatura fuese un impulso sin precedentes en nuestro país, convirtiéndonos en una vanguardia en este ámbito, aplaudido por países como Francia o Italia, que veían en España un referente que ahora se nos hace difícil creer.
La Ley de Igualdad (ampliar permiso de maternidad, reconocimiento del de paternidad, aumentar las mujeres en los ámbitos de decisión…), o la ley que equiparaba en derechos al colectivo homosexual, son algunos ejemplos, así como un enorme esfuerzo en combatir el machismo violento, protegiendo como nunca a las víctimas por maltrato, persiguiendo ferozmente a los maltratadores. Y mientras hoy la sanidad se echa a la calle para evitar su expropiación (a los ciudadanos) y la venta al mejor postor de nuestra “joya de la corona”, entonces el colectivo médico aplaudía la Ley del Tabaco. No hemos de olvidar la Ley del aborto: libre, legal, seguro y gratuito.
La idea de proteger a los más desfavorecidos e intentar hacer de España un lugar menos hostil y más fácil para muchas personas, impulsó la tan reconocida Ley de la Dependencia, creando el cuarto pilar del Estado del Bienestar como también regularizó a 700.000 inmigrantes, que no produjo efecto llamada como predecía la apocalíptica derecha, y sin embargo les sacó de la economía sumergida.
Y si seguimos con humanidad y valores llegamos a la Ley de Memoria Histórica, siendo el primer presidente que consideró que la sociedad española estaba en condiciones, tras treinta años de democracia, de afrontar con valentía su oscuro pasado y cerrar (que no abrir) las evidentes heridas producidas por tres años de enfrentamiento fratricida y cuarenta de fascismo. Cierto es que se debía haber resuelto con mayor contundencia aquello (Valle de los Caídos o la obligatoriedad de cumplir con la eliminación de símbolos y calles) ahora bien, creo que merece un reconocimiento haber puesto sobre la mesa este delicado tema, gracias al cual hoy decenas de asociaciones se han creado y están reivindicando todo ello, siendo prácticamente imposible que ya se pase por alto la lógica normalización de nuestro pasado en nuestra España democrática.
Valores cívicos y de concordia que se pretendieron instaurar en las escuelas con la “Educación para la ciudadanía”, rápidamente borrada por el PP.
La derecha en todas sus formas echaba espumarajos con Zapatero, y lo mejor de todo es que tenían ocasiones para poder hacerlo, pues a diferencia del actual, que se oculta cobardemente tras una pantalla de plasma o sale por la puerta de atrás del Senado, aquel presidente acudía con más frecuencia que nunca a las sesiones de ambas Cámaras, como también se sometía a ruedas de prensa a menudo sin hora de finalización previa, incluyendo medios “hostiles”.
Pero desde luego lo más claro fue el paso de la era Urdaci (aquel grotesco bufón de corte) a una RTVE libre y sin tejemanejes del gobierno a su servicio, siendo la radio y televisión pública con las cotas de calidad informativa y periodística más altas nunca vistas, cuyo prestigio fue paralelo a la BBC. Cospedal criticaba aquello, y hoy no queda ni rastro de aquella RTVE, convertida en otra herramienta gubernamental, práctica que los manchegos bien saben con su actual director de informativos, Ignacio Villa, hombre moderado y objetivo donde los haya…(COPE).
Todo esto quedó soterrado. Cierto es que por una demoledora crisis y una gestión bastante mejorable (aunque no hablaremos de lo de ahora comparado con aquel último año), pero igual de cierto es que quedó también soterrado por una serie de incompresibles anécdotas que sirvieron para analizar nuestra realidad política como si fuesen los verdaderos temas, cuando en el fondo era pura propaganda contra el presidente, por ejemplo, aquel precio del café que se supone que un presidente del gobierno tiene que saber y no supo en un programa que se dedicaba a hacer todo tipo de preguntas a nuestro presidente (menuda diferencia).
Pero para algunos lo importante es seguir utilizando la burda propaganda creada por la derecha que se empeñó en bloquear cualquier avance durante siete años, al querer derrotar a un presidente por estos medios cuando no podían por las urnas. Su política antiterrorista le llevó a liderar el fin de ETA, reconocimiento que se plasmó mejor que en ningún otro sitio en el País Vasco con la victoria socialista de Patxi López, pero lo importante, al parecer, es que no sabía el precio del café. Ah! Y que somos lo mismo, claro.
Pedro Reig
Secretario General de JS de Chamberí