En estos tiempos se habla mucho de independencias y nacionalismo en España, preocupante asunto. No trataré ahora de lo enormemente injustificado y vil de estos movimientos, pues es largo tema, y otro es el que nos requiere. La cuestión es ésta: un territorio español se quiere independizar. Y la respuesta del poder del estado, en vez de contundente y expeditiva, ha sido hablar sobre un posible modelo federal, que asegure a cada región ser tratada con su merecida justicia.
Es viejo en este país el debate entre centralismo y foralismo, debate que una vez incendió pasiones, incendió pólvoras, e incendió hogares. Las regiones no capitolinas, sintiéndose despreciadas, exigen autonomía y libertad. Eso esperan sus habitantes. Los gobernadores de estos tumultuosos territorios así se lo han prometido. Pero fueron esos políticos quienes pidieron autonomía primeramente. Son ellos los que de ella se beneficiarán. Mas autonomía y libertad les permiten hacer cuanto desean (deseos generalmente de carácter lucrativo). El pueblo poca diferencia notará de vivir en una provincia o en un estado federado. Sus gobernantes harán lo que quieran. Y es el estado español el que se empobrecerá en su conjunto, luchando contra desigualdades territoriales en un país carente de solidaridad. España es fuerte y próspera gracias a todas sus regiones y el conjunto general que éstas conforman. Se han de proteger las particularidades culturales, pues son riqueza y gloria nuestra. Pero por un estado centralizado, moderno y eficaz. Una amalgama de taifas será nuestra perdición.
Pues las libertades individuales han de ser intocables, pero la legalidad ha de ser mantenida férreamente desde el centro (y nunca mejor dicho en un heliocéntrico país como el nuestro). Los que quieren la independencia, los que piden foralismo, ocultos bajos motivos sociales y enseñas de libertad y justicia, son realmente enemigos del estado español, y por ende de todos y cada uno de los españoles, y sobre todos ellos de esos para los que piden autonomía, pues sobre ellos recaerá su latrocinio. Y entonces, enriquecidos los de siempre, le llegarán al pueblo los llantos y el rechinar de dientes.
Jorge Blanco
Militante de JS de Chamberí