Dies irae. El día de la ira. Ya está aquí. Pleno de ira, y de miedo. Las dificultades asaltan los hogares y vulneran a las familias. Renacen los espectros del odio. La inquina de los poderosos vacía las mentes de la nación. La cultura muere. Y el hambre, la desesperación, la esclavitud, la ira, y el miedo, que todo lo acalla, han vuelto. A nadie nada le importó, mientras comía tres veces al día, podía llevar a sus hijos a la escuela, y ver cuanta televisión quisiera. Pero ahora, hasta el renqueante Estado del Bienestar se resquebraja, y la Sanidad, la Educación y el Empleo se han visto abatidos. Miedo e ira.
En tal situación, ¿qué mejor ocasión para dar un golpe de mano y tomar el poder? Pocas. Y eso es exactamente lo que hacen, hoy de nuevo, los hombres cobardes y mentirosos, ansiosos de poder, y de gloria, en su vanidad. Hombres amparados por la ira de los descontentos, y engrandecidos por el miedo de los desesperados. Hombres que necesitan la turba vacía para sentirse tan grandes como a sí mismos se ven en sus innobles mientes. Y turbas que necesitan a alguien que les dé esperanzas y un futuro, por muy borrosos y falsos que sean, como la niebla en el espejo cóncavo.
El día de la ira y del miedo ha llegado. Ante los que gritan en confusión y propagan las mentiras de sus maestros, no queda sino permanecer de pie, mirándolos a los ojos, y, cuando se haga el silencio, decir la verdad:
Que sus heresiarcas los engañan, que no son sus amigos, que no buscan otro beneficio sino el propio. Ubi humilitas, ibi sapientia. Donde se halla la humildad, allí la sabiduría. Y esos enemigos rezuman orgullo. Orgullo, pero no confianza. Gritan; no porque tengan algo que decir, sino porque tienen miedo de que se les pueda contestar. No son dignos en modo alguno. No son capaces de ninguna manera. Sólo son el reflejo de toda la necedad, el miedo, y la ira de estos días.
Jorge Blanco
Militante de JS de Chamberí