La desigualdad social es uno de esos conceptos que, en los últimos años, ha saltado desde las tribunas académicas al debate público y por lo tanto a la arena política. Puede parecer que es un problema nuevo aunque quizá lo que ocurre es que antes lo llamábamos de otra manera o que sólo nos fijábamos en algunas expresiones de la desigualdad social como el racismo, el machismo o la exclusión social sin más. Hay bastante debate sobre la definición clara y precisa de este concepto, aunque sobre lo que sí parece haber consenso es en que no se puede hablar de compartimentos estancos, es decir, la desigualdad económica no puede separarse fácilmente de las diferencias de nivel de salud o educativo por ejemplo, y que esa relación es recíproca. Por lo tanto la desigualdad social es un hecho que se expresa en múltiples ámbitos de la vida de las personas, y la solución pasa por actuar sobre todos y no sólo uno.
Otra idea importante sobre esta noción son los límites temporales de su influencia, ya que la desigualdad que sufre un individuo no sólo se ve afectada por su situación presente, sino que también es consecuencia de la desigualdad de sus progenitores y por lo tanto afectará también a su descendencia. Por ejemplo, la probabilidad de llegar a cursar estudios universitarios o de repetir curso en educación secundaria, dependerá en parte del nivel de renta y estudios de sus padres y en el caso de España. Lo mismo ocurre con la salud, la renta familiar o el barrio en el que vive una persona influye en su esperanza de vida, al nacimiento y en la tasa de mortalidad y por lo tanto en su bienestar. En cierto modo, la clase socioeconómica se sigue heredando pese a que no existen ya las barreras de sangre como tales.
Este último punto es uno de los mayores dramas de la desigualdad social, que la situación previa incluso al nacimiento de una persona pueda determinar en gran parte sus posibilidades de alcanzar el bienestar o ascenso social. Hay condicionantes que determinan la situación socioeconómica de una persona y sobre los que no podemos actuar por ejemplo, la genética, puede haber mayor predisposición a algunas enfermedades que provoquen algún tipo de discapacidad que afecte a la capacidad de la persona a encontrar un empleo. Sin embargo, hay otros problemas que son fuente de desigualdad social sobre los que sí podemos actuar, como intentar que el nivel de ingresos o educación de los progenitores influya lo mínimo posible en el devenir propio y el de su descendencia.
Hay múltiples ejemplos que demuestran muy claramente las diferencias entre los ciudadanos según diferentes condicionantes. Uno de los más gráficos está en la web Lives on the Line que expone las diferencias de esperanza de vida al nacimiento según la tasa de pobreza infantil de los barrios londinenses utilizando un mapa del metro de la ciudad como guía. Según este mapa dos niños que nacen a escasos cientos de metros pueden tener esperanzas de vida al nacimiento de más de 10 años de diferencia, y todo en una misma ciudad en la que se podría pensar que el acceso a los centros educativos, sanitarios o de atención social no debe ser mucho más difícil para unos u otros, pero parece que así es.
La desigualdad social es un problema con varias caras pero que necesita un manejo integral y constante en el tiempo. Los más desfavorecidos lo son por sus circunstancias, unas modificables y otras no, y heredan parte de su situación, de sus progenitores y de su entorno, y lo mismo ocurrirá con su descendencia. Parece que además de que las personas más desfavorecidas tienen más barreras para progresar y obtener el bienestar anhelado, no tienen las mismas cuotas de participación política y por lo tanto tienen menos peso en la toma de decisiones en los centros de poder, y es que ‘si no estás en la mesa, estás en el menú’.
Algunos enlaces interesantes:
La desigualdad en la salud. Incluye un mapa de Cercanías de Sevilla con la tasa de mortalidad según la estación. Blog Médico Crítico.
Atlas de Mortalidad de España. Fundación BBVA
La Encuesta de Condiciones de Vida y de Participación de los Estudiantes Universitarios en España. Universidad de Valencia
Participación electoral: las variables sociodemográficas. Anna-Clara Martínez. El Confidencial
Los alumnos españoles de familias sin recursos tienen tres veces más probabilidades de repetir curso El Diario. Sofía Pérez Mendoza
Álvaro G.