Abordar el tema de corrupción del PP es complicado. No sólo por la enorme red que fue, y me aventuro a decir, y es, sino por el número de personas implicadas, la magnitud económica que supuso, e incluso complicado para ir mostrando cómo los argumentos que tan apasionadamente defienden y esa coherencia que evocan para gobernar, se desmorona viendo las prácticas hechas en privado. Añado un dato mucho más importante a esto último. A nivel privado no sabemos que hacen los dirigentes políticos, pero el problema es que muchas de las actuaciones corruptas han tenido su reflejo a nivel público (eliminación de subvenciones o ayudas, entre otras muchas…) y esto, que los ciudadanos deberían notar y condenar, no ha tenido contestación a nivel popular, sino al revés, en muchos casos apoyos.
Dos ejemplos de esto último. El primero hace unos años en Marbella, donde todo el mundo sabía la corrupción que ese ayuntamiento tenía. Sin embargo salían por mayoría absoluta, e incluso cuando estaban entrando en los juzgados tras toda la operación Malaya, les dieron muestras de apoyo defendiendo su inocencia. El otro ejemplo es la Comunidad Valenciana. El PP lleva ganando años allí por mayoría, sin embargo los efectos de la corrupción se han notado claramente en todos los ámbitos, el primero la falta de dinero para la mejora de equipamientos públicos y el destrozo de la costa por la fiebre del ladrillo, y sin embargo apenas se han resentido electoralmente.
La corrupción, que desde mi punto de vista es el mal más grave que puede sufrir un país por detrás de una guerra civil, tiene efectos más allá de los evidentes. El primero y más claro el asalto y robo del dinero público por parte de una colección de cuatreros, y por consiguiente la imposibilidad de destinarlo a un bien público (falta de escuelas, bajo o nulo presupuesto para hospitales, mala calidad de las carreteras, y un largo etcétera).
El segundo es el intoxicar todo un sistema público, transparente y democrático, a uno clientelar, clandestino y caciquil, es decir, mafioso, y el ejemplo está en nuestra vecina italiana. El tercer efecto es que ese maltrato de las arcas públicas no sólo las dilapida sino que su recuperación es lenta, y por tanto esa comunidad o municipio va a estar dedicando mucho dinero y tiempo sólo en recuperarse de esa depredación salvaje llevada acabo, y por tanto sin avances a ningún nivel. Esto, siempre y cuando se elimine la corrupción y se pongan a unos dirigentes honestos, sino, la recuperación es inexistente y se ahonda en la catástrofe, porque seguiríamos en las mismas.
Otro efecto es la confianza de los ciudadanos hacia sus instituciones, y posiblemente esta es la más grave de todas. Permitir estas prácticas no sólo significa la perdida económica y su repercusión, sino mostrar que el sistema político en el que nos asentamos no responde a una situación de tal gravedad. Se cuestiona el papel del político, el de las instituciones, el de la policía y el de la justicia, en definitiva hay un descontento general en todo ello que perjudica seriamente la compostura de un país. Cuando los ciudadanos desconfían de un sistema que los necesita para tener su razón de ser, este sale seriamente dañado. No sería raro que todo esto levante opiniones cuestionando la democracia u otras defendiendo sistemas políticos peligrosos, y además encuentren el terreno abonado para crecer y expandirse, y una nula oposición a ello.
Para finalizar un hecho sorprendente. El que en vez de estar cuestionando y criticando la actuación de los corruptos y pidiendo sus cabezas, se critique la nula actuación por parte del Estado. Y razones no faltan, pero de eso a olvidarse de los asaltantes y pedir la cabeza de los que no han actuado, hay un paso. Es como juzgar y condenar a un vigilante de seguridad por su inactividad en vez de encarcelar a los que han cometido un robo. Ambos son condenables, pero el delincuente es el que ha cometido el robo. Con esto lo que se hace es tolerar la corrupción y fomentarla viendo que no hay escarmiento de ningún tipo.